26/11/13

Las Leyendas del moro que se aparecía



"El investigador ha de intentar descubrir lo que ocultan las leyendas
y relatos que le confían los campesinos......La gente sencilla que vive
y trabaja junto a un lugar abandonado se convierte en portadora
de relatos contados de abuelos a nietos, que no deben perderse".

Nicolás de Cabrillana



En un lugar que no quiero desvelar ahora, tierra de Benajarafe, donde crecí, se contaba cuando yo era niña y mucho antes, una leyenda.

Los viejos del lugar aseguraban que un moro se aparecía, cada noche de luna llena, en los riscos de un cerro cercano a mi casa y que allí, sobre un saliente de roca pizarra, permanecía durante toda la noche vigilante fiel de un tesoro que había dejado enterrado debajo de una piedra de gran tamaño.

Según añadían en su relato, el moro, que había tenido que huir, había vivido en un viejo cortijo, situado en lo alto de una loma a cuyos pies pasaba un antiguo camino real y un arroyo. Desde allí se divisaba el Cerro de las Galeras al norte, Sierra Tejea y Sierra Almijara al noreste y por el mar desde la punta de Torrox hasta la sierra lejana de Mijas. Y en los días de atmósfera clara se intuía la costa de Marruecos al otro lado del mar. Un lugar privilegiado que sin duda costaría a su dueño dolor y lágrimas abandonar. 

Según continuaba el relato, el protagonista de la historia optó por adentrarse en una mina subterránea que comunicaba, a través de una escalera, el interior de la casa con un pozo seco que había junto al arroyo, para más tarde, cuando callera la noche, poder huir al amparo del silencio y la oscuridad.

Sabía nuestro protagonista que la mina lo protegería de los extraños que llegaban por el camino, aquellos de los que huía. Porque así se lo contaron también sus mayores.

Era una leyenda dentro de otra. Según la segunda, cualquier extraño que intentaba bajar a la mina recibía en la misma puerta tal paliza por parte de unos misteriosos e informes guardianes, que enseguida desistía de aquel empeño.

Y sentenciaba cualquiera que te contara la historia para ponerle punto y seguido; porque luego siempre había debate: "y que no entre nadie, porque uno que entró no salió de allí jamás!". 

Mi abuela, que no creía en fantasmas, me contaba la historia como si fuera un cuento  y cuando alguien nos advertía del peligro disipaba con su risa mi posible temor y respondía con cierta ironía "Anda, anda... si el moro existiera ya se habría llevado el tesoro hace mucho tiempo y ya no tendría que volver. 

Nunca creí yo en fantasmas, pero sí creí en la leyenda porque el cortijo estaba allí y hablaba por si solo. Era diferente y tenía magia. Y alguna verdad tenía que guardar aquella historia.  Nunca busqué el tesoro en el lugar donde decían que el moro lo había dejado, aunque se contaba que habían venido algunos a buscarlo sin éxito. Puede que aquel moro volviera en vida y acabara llevándoselo. Es imposible saberlo. Lo que sí se es que algo me dejó a mí, algo que me llegó a través de mi abuela. Ese es mi tesoro. 

 Obdulia Ramírez García (Ulla Ramírez).