Investigado y elaborado por Encarni Navas. Benajarafe. Octubre de 2022.
No necesito destacar aquí los innegables atractivos que Benajarafe tiene y ha tenido desde siempre como lugar de veraneo y descanso, pero también como emplazamiento de algunas iniciativas empresariales. Su clima, localización y una buena red de comunicaciones (hay que recordar que ya a principios del siglo pasado por esta zona discurría la famosa red de ferrocarriles suburbanos Málaga-Vélez-Ventas de Zafarraya) quizá contribuyeron a su elección para este último fin.
Y es que, aunque no muy conocida hoy entre nosotros, en Benajarafe existió entre aproximadamente 1930 y 1936 una importante granja avícola, una de las primeras en extensión del momento, propiedad del ingeniero malagueño Ricardo de Oyarzábal Smith, que había decidido probar suerte con un nuevo negocio después de que los emprendidos en Cuba no le fueran del todo bien.
Anuncio en el Diario de La Marina 1910
Ignoramos si hubo alguna circunstancia o persona concreta que lo condujeran hacia Benajarafe, lo cierto es que la granja llamada “Amos” se instaló en una finca cuyo nombre ha pervivido hasta el momento, ”LA GALLINA BLANCA”. Parece que fue Ricardo el que dio esta denominación a su propiedad, comprendida entre la actual zona del vivero y la gasolinera.
Es posible que todavía a alguien le venga a la memoria las dos figuras de gallinitas blancas que daban acceso a los terrenos hasta no hace mucho tiempo.
En “LA GALLINA BLANCA” Ricardo tuvo, además de la granja, su residencia situada en “lo alto” de la loma, donde falleció en noviembre de 1936, heredando posteriormente su hija.
Diario La Libertad 25 Noviembre 1936
Muy querido por sus vecinos, fue respetado por su especial carisma y bondad con todos, estando siempre muy cerca de los más necesitados que acudían en busca de su ayuda.
Fue aquí, en LA GALLINA BLANCA, donde en julio de 1934 el empresario invitó a pasar unas vacaciones, y nosotros “por añadidura” tuvimos el honor de recibir, a sus hermanas Ana, Inés e Isabel de Oyarzábal Smith y a la hija de esta última, Marisa.
Tal vez el nombre de Isabel no diga mucho, su figura quedó silenciada con posterioridad a la guerra como la de otros hombres y mujeres de gran valía. Afortunadamente, ahora, cualquiera que investigue y se interese un poco podrá encontrar mucha información y llegar a la conclusión de que fue una de las mentes más brillantes de su época. Firme defensora de la libertad, de los derechos de la mujer, inquieta, independiente e interesada por la cultura en sus más diversas manifestaciones, realizó una incansable labor desde los primeros años de juventud en su Málaga natal, hasta que por razones políticas tuvo que exiliarse de España con la llegada de la dictadura, comprometida siempre con sus convicciones e ideales.
En su exilio mexicano Isabel escribió numerosos libros, entre ellos, sus memorias: HAMBRE DE LIBERTAD. MEMORIAS DE UNA EMBAJADORA REPUBLICANA. (1940) en las que se refiere así a su hermano Ricardo:
“….La primera vez que volví bruscamente a la realidad de nuestra vida familiar fue cuando Anita me comunicó por teléfono la noticia de la muerte de nuestro hermano Ricardo. Él ayudaba a nuestros soldados en Málaga llevándoles comida al frente y un repentino ataque de neumonía acabó con su vida. Sentí muchísimo su pérdida, Ricardo había sido para mí además de un hermano, un compañero. Durante la revolución de octubre de 1934 había sido encarcelado, acusado del terrible delito de dar a los peones que pasaban por su pequeño cortijo dinero y comida cuando lo necesitaban. La experiencia no le había acobardado, al contrario, continuó siendo un republicano convencido. Poco me imaginaba yo que con el tiempo me alegraría de su desaparición, pues, tres meses después de su muerte Málaga cayó en manos de las tropas nacionales. Si Ricardo hubiera estado vivo, seguro que lo habrían fusilado. Al menos evitamos esa tragedia, pero durante días me fue difícil hablar en público. Sin embargo, seguí adelante. ¡No lo hacían todos en España!"
En 1941 y en idioma inglés, como el anterior, Isabel escribió “JUAN, EL HIJO DEL PESCADOR”, editado en castellano (2020)*.
Se trata de un cuento en el que Isabel recopila recuerdos de su vida, para trasmitirle a su nieto Jan las costumbres españolas, con gran ternura y sensibilidad.
Las descripciones de la vida y labores marineras en una aldea de pescadores llamada “Bellavista”, no lejana a Torre del Mar, nos resultan especialmente cercanas y familiares:
“Juan trató de correr como su abuela le había ordenado, pero la tira de cáñamo le apretaba el cuello y el cordel de esparto, colocado en donde los dos lados de la tira se unían, se le enredaba. Llevaba atado un trocito de corcho redondo en la punta del cordel, que tenía que aprender como soltarlo para poder enrollarlo alrededor de la gran cuerda de la red cuando tuviera que tirar de ella. Al correr la cuerda seguía enredándosele entre las piernas, pero él no se detuvo. Hoy tenía que ser el primero en arrastrar la red.”
“Juan enrolló el cordel con el trocito de corcho en la cuerda, dobló el cuerpo hasta el suelo y metió los pies descalzos en la cálida arena, tirando con todas sus fuerzas, cantando de vez en cuando, y gritando con los demás. “
“-Ay, ay, ay, aquí viene el copo…tirad con todas vuestras fuerzas…¡Hoy vamos a tener buena pesca!”
“Tendría que esperar que uno de los hombres comprara su parte para ir a la ciudad y venderla por más dinero del que le daban a los pescadores, pero quizás le dejarían quedarse con un céntimo porque hoy había sacado el copo.”
“Se echó en la arena y observó a los marengos dividiendo el pescado y cargándolo en los serones de los burros. Cada uno tenía su parte. A Juan le dieron una cesta entera para él.”
“Estaba muy cansado. Le habría apetecido echarse a dormir en la playa, pero también quería ver como los bueyes del viejo Pedro se metían en el mar para sacar a la Santa María fuera del agua a tierra firme. Se imaginó dueño de ella algún día”.
*(Páginas 28/ 36)
Estas imágenes, aunque comunes y típicas de cualquier pueblo costero malagueño, podríamos suponerlas inspiradas en las vivencias de Isabel durante su estancia en el Benajarafe de 1934. Sabemos que Ricardo tuvo contacto con los pescadores de la zona a los que regaló su barca, no sería de extrañar que Isabel también entablara relación con ellos, por lo que incluso Juan, el niño huérfano protagonista, pudo estar basado en un personaje real del momento. La pesca era por aquí en los años treinta una actividad floreciente y destacada, no faltarían casos, escenas, ni marineros o barcos que sugirieran la narración.
¿Por qué no creerlo entonces? Es muy probable que así fuera.
De cualquier modo, Ricardo, Isabel y parte de su familia están ya unidos y forman parte de la pequeña historia de nuestro pueblo.
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* Juan, el hijo del Pescador. Autora: Isabel de Oyarzábal Smith. Traducción y edición de Andrés Arenas y Enrique Girón. Prólogo de Enrique Benítez. Ediciones del Genal. 2020